Una maestra debe conocer y aplicar la resolución de
conflictos en el aula en el que esté trabajando desde un principio para así
mantener un buen clima de confianza y seguridad en los niños.
En el aula hay determinados espacios o materiales que potencian
los conflictos como pueden ser determinados juguetes o lugares donde los niños
compartan espacio. Por eso, la maestra debe ser autoritaria cuando se resuelva
el conflicto y ser coherente con lo que dice y hace.
Desde nuestra experiencia, hemos podido comprobar y observar
cómo se resuelven determinados conflictos que suceden en la escuela.
Uno de los conflictos que suelen suceder a menudo, es el
compartimiento de juguetes. Para ello, las educadoras observan cual es el
conflicto y deja a los niños que intenten solucionarlo por ellos mismos. En el
caso de que no se arreglase el problema intervendría la educadora. Lo primero
que hace es preguntar qué ha sucedido y con lo que ella ha estado observando,
pone la solución más adecuada.
Uno de los casos que más nos ha llamado la atención, en
nuestro periodo de prácticas, fue un niño que en su casa no tenía ninguna norma
de conducta, entonces al llegar a la escuela hacía realmente lo que le
apetecía. Al principio observamos que podía ser por la entrada a la escuela y
al nuevo entorno donde se encontraba, pero al paso del tiempo, nos dimos cuenta
de que en su casa (sobre todo los fines de semana) no existían las normas para
este niño, ya que durante su estancia en la escuela durante toda la semana,
exceptuando los lunes, se comportaba correctamente.
Para resolver este conflicto, decidimos hablar con los
padres para comprobar si lo que observamos en la clase era verdad. Cuando
hablamos con ellos, no se mostraron muy colaboradores con nosotras y por ello,
decidimos que pasaran al aula un lunes y vieran la actitud de su hijo. Al
verlo, los padres reaccionaron y nos afirmaron que era verdad, que en su casa
no le ponían límites, lo que hacía que el niño se subiera a la mesa, diera
patadas a los distintos muebles y juguetes que había por la clase, pegara a sus
compañeros…
Por eso, para la resolución de este conflicto dentro del
aula, necesitábamos la colaboración urgente de la familia. Aunque anteriormente
en el aula, ya se le había puesto diversos castigos para intentar mejorar su
conducta. Al final, el niño fue adquiriendo las normas tanto en casa como en el
aula.
Este tipo violencia era directo en sus propios compañeros
del aula y material que la conformaban, pero detrás de esta violencia existía un
mal habito de comportamiento producido por la familia.
Otro de los casos, era una niña que nunca se dormía la siesta,
pero además molestaba a sus compañeros. Durante los primeros días de curso, la educadora
se sentaba con ella para que se pudiera dormir, pero no se solucionó el
problema. El siguiente paso fue intentar
negociar con ella, que si se dormía la siesta, luego podría salir a jugar al
patio pero tampoco dio resultado. Lo que llevó a las educadoras a hablar con
los padres de la niña, los cuales no mostraban ningún interés por lo que le comentaban,
ya que no existían reglas de comportamiento ni para la niña, ni para la
familia.
Esto las llevó a intentar solucionar el conflicto por ellas
mismas, por lo tanto pidió ayuda al resto de educadoras a ver si ellas
podían resolverlo. Esto consistió en ir llevando a la niña a las distintitas
clases con diferentes educadoras, para comprobar si el cambio de espacio
resultaba favorable, pero tras el paso de semanas no dio resultado. Ante estas
situaciones la educadora, decidió apartar a la niña a otra aula para ver si estando
ella sola, sin distracciones conseguían solucionarlo, y la verdad es que con
esfuerzo consiguió que la niña se durmiera y cuando esta se dio cuenta de lo
que pasaba, la volvimos a llevar al aula con el resto de sus compañeros.
A parte de este conflicto esta niña presentaba otros más que
venían asociados de la familia como era la impuntualidad, no saber compartir,
no traer el material… a lo que poco a poco se
puso solución a los diversos problemas durante todo el curso escolar.
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